Fotos: María Cotarelo Jiménez
San Miguel de Tucumán. Una anciana diminuta, vivaz, con pasos tranquilos y como si supiera lo que representa, baja de su casa al centro los domingos. No falta. Después de hornear sus empanadas tucumanas llega y recibe los aplausos de los transeúntes, vecinos, clientes y turistas. No pasa desapercibida. Deja su canasto con sus delicias y se sienta en un sillón precario frente a la puerta de la Casa Histórica como guardiana de recuerdos. Y con sus ojos bien abiertos, y a voz pelada empieza a ofrecer su manjar:
¡Empanadas a 20 pesos! ¡Las empanadas que comían nuestros próceres!¡Necesito trabajar!
Sara Figueroa con sus 89 años a cuestas aporta un sabor especial a los domingos tucumanos. Hace medio siglo prepara las empanadas más famosas de San Miguel de Tucumán, y las ofrece en su puesto callejero frente a la histórica casa donde se declaró la Independencia Nacional.
“Me levanto a las 4.30 y llego con las empanadas calentitas cerca de las 11 y la gente me espera. Necesito trabajar, y ahora vendo aquí frente a la Casa Histórica y en el paseo del Museo de la Independencia,” contó mientras servía una empanada y se fotografiaba con turistas.
“Mucha gente me conoce y compra las empanadas porque soy campeona, hago las verdaderas empanadas tucumanas como nuestra gente la hizo siempre”, señaló orgullosa Sara.
Además, la campeona nacional reveló sus trucos para hacerlas ricas: “Hay que elegir un matambre tierno, hervirlo no muy cocinando ni muy duro tampoco, pico en pequeños cubos, le pongo cebolla verde, y muelo en un mortero el comino, la pimienta y el ají, para que conserve su aroma y su sabor. Yo aprendí de mi madre, que murió a los 104 años y era descendiente de nuestros aborígenes”.
Sara se ha convertido en un símbolo de la identidad tucumana y con tiempo para amasar miradas y silencios, suele contar leyendas e historias que según ella, bajan de los cerros y la acompañan todos los domingos.