Pampa de Achala, donde 63 años atrás se lanzó el primer cohete argentino

Informe Especial de Luis Tórtolo y su equipo de cronistas

El Alfa Centauro fue el primer cohete argentino y sudamericano. Su lanzamiento se llevó a cabo desde la Pampa de Achala, en febrero de 1961. En ese lugar se encontraba emplazado un espacio conmemorativo que fue refuncionalizado y presentado en un acto.

Justo este mes cortito como cañita voladora ‘e pobre, se me ocurrió ir una vez más a un hito perdido en la Pampa de Achala en un periplo que… ¡Parece ser al cohete!

A poco de dejar el Camino de las Altas Cumbres, pasando el parador El Cóndor, doblando hacia la derecha, por una huella que orgullosamente luce un cartel que dice R.P. 28 noté que el hito no estaba del todo perdido. Otro cartel avisaba algo sobre el monumento que estábamos buscando con mis hijos —el equipo de cronistas del autor de esta nota Luis Tórtolo— Avanzamos despacito al estilo serrano. Vemos La Posta, el destacamento policial que se encuentra abandonado, y en soledad. De repente, como sorprendiéndonos, apareció en el horizonte.

—Pa…! ¡Es un palito parado!

—Y sí. —Ojo, tiene un aro elíptico de hierro con una bolita a modo de satélite. Pero entiendo que para jóvenes del siglo XXI, esto, es decir un palito con un aro elíptico huele a poco.

Al llegar, noté unos arreglos mínimos, pero arreglos al fin. En este sitio donde 61 años atrás se lanzó el primer cohete argentino y sudamericano. Placa del gobernador de turno y una cartel con leyenda incluida no podían faltar.

Al proyectil se lo llamó “Alfa Centauro” y su lanzamiento se realizó desde esta suave planicie de altura, con el pajonal peinado por los vientos y el pedregal abrillantado por el Dios Febo que casi siempre asoma. Se llamaba Santo Tomé, quizás pretenciosamente, esta Base que se usó ese verano del ’61 y unos meses más. Luego, todo se mudaría hacia Chamical enclavada en los llanos riojanos del Chacho Peñaloza.

Por estos días, se estrenó un documental que aún no pude encontrar en la nube de producciones audiovisuales… pero recuerdo haber oído a algún memorioso vecino del pueblito Carlos Paz, que en esas jornadas, veían el haz de luz y la estela fogosa surcando el cielo pampeano de la Achala.

El Alfa Centauro trepó hasta 20 kilómetros con la misión de estudiar la alta atmósfera. Medía de 2,7 metros de largo y 101 mm. de diámetro con peso máximo de 28 kg y sólo transportaba una carga útil de 3,3 kg. Fue construido íntegramente en Argentina y bajo el control de la Fuerza Aérea Argentina, lo nombraron APEX A1-02 Alfa Centauro y su desarrollo esuvo a cargo del comodoro Aldo Zeoli, titular de la Dirección de Desarrollos del Instituto Aerotécnico, un organismo que dependía de la Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas, área que realizó el conteo y oprimió el botón de lanzamiento.

Asistieron fotógrafos y camarógrafos entre la treintena de personas presentes,  y si no me equivoco, el material que cayó a tierra, con paracaídas incluido jamás fue encontrado. ¿A alguien le hizo falta?

Este hito de la actividad espacial quedó inmortalizado en este simple monumento erigido en el mismo lugar donde se produjo el lanzamiento. En esos años, solo USA, URSS y Francia estaban por delante de Argentina en materia aeroespacial. Luego nos pasó la historia por encima y ya en tiempos de otro riojano como El Chacho, pero en este caso muy distante del caudillo ordenó desmantelar vía acuerdo logrado con su good friend el petrolero tejano George Bush. En ese momento, aquel experimento de la Pampa de Achala había evolucionado y se había transformado en el “proyecto Cóndor”

Miro el hito de Achala. Le pido a mi hijo que se acerque para dar escala. El sol castiga pero el viento fresco de los 2000m.s.n.m. amortigua un poco. Ese 2 de febrero de 1961, a las 9 se escuchó: 10…9… 8… 7… 6… 5…

Pero en esta mañana de verano de 2024, mi hija desde el auto me corta el conteo:

—Pa… ¿Vamos ya para Tala Huasi, vamos al río.

Yo seguía recreando aquel conteo 4… 3… 2… 1… ¡Cero!  No sé qué me embargó. Nostalgia, lamento, bronca, resignación, o tal vez, solo recordar una historia fugaz como un sueño de grandeza. Y me fui nomás a la Renoleta—Eternaútica en busca de otras emociones.

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