Lo que no se dice

Por Pepa Merlo
(Escritora y docente universitaria. Granada. España).

¿En qué momento la palabra pierde su significado? Sabemos que están vivas y mutan y poseen el poder de las cosas, la fuerza de los sentimientos. Son capaces de alterarnos, de enemistarnos, de llevarnos a matar o a amar. La palabra nos hace distintos del resto. Somos la especie dominante por el poder de la manufactura y de la palabra.

Controlamos más allá de lo controlable y lo comunicamos o guardamos silencio. Porque la magia de la palabra, como la de la música, también está en el silencio. El envés es el alma de la palabra, la intención. Carentes de reverso, variamos el sentido y al utilizarlas erramos el discurso, con o sin propósito. Es un hecho que el mundo ha cambiado con la pandemia, dicen las palabras, pero miramos a nuestro alrededor y el mundo sigue siendo el mismo, con idénticas mezquindades, y menos abrazos. Nada es distinto, como no lo fue después de las grandes pandemias que azotaron en otros tiempos a la humanidad.

El olvido sucede de inmediato. Ignoramos, entonces, que la peste bubónica, producida por una pequeña bacteria, Yersinia pestis, estuvo sustentada por la gran crisis secular del siglo XIV y justificó el paso de la Edad Media al Renacimiento, la era de los descubrimientos. De la oscuridad a la luz. La gran hambruna que entre 1315 y 1317 azotó Europa inauguró la centuria; la crisis climática, producida por las alteraciones de El Niño, reforzó un desequilibrio que incidiría en todos los órdenes y la peste partió el siglo con sus epidemias recurrentes, que cíclicamente fueron repitiéndose durante decenios.

La “Gripe española” ocurre con la I Guerra Mundial todavía latente. España la aireó, de ahí el nombre, pero aún hoy no está claro el origen del virus A, que afectó a cuarenta millones de personas. Los primeros casos aparecen en Fort Riley, una base militar, al norte de Kansas, pero no se descarta China como origen. Un tiempo en el que se consolidaba la gran Revolución Industrial que desde 1770 se venía gestando con sus máquinas y sus producciones, para cambiar el orden político y económico del mundo.

Vivimos otro principio de siglo, como toca, con su crisis. El gran cambio tecnológico está reestructurando el viejo orden. Obviamos las palabras “guerra” y “mundial”, pero el mundo está inmerso en una gran pugna. Bombas de racimo dispersan conflictos bélicos, económicos, políticos, identitarios… La palabra “distopía” anda perdida. Ya no es “ficción”, ya no es “futuro”, aunque sigue siendo “alienación” y “humana”. Pero pasará la enfermedad como deviene una gran tormenta, se limpia el fango, se blanquean las casas y cerramos los ojos para disfrutar del sol calmo que trae el fin de la borrasca. Sonidos y silencios. Eso somos.

(Foto: Jesús Ochando)

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